Muchos padres presuponen que desde que nacen, los bebés sienten miedo en la oscuridad y, por eso, colocan alguna luz tenue en el cuarto a la hora de dormir. Sin embargo, esta dependencia es creada y fomentada por los adultos desde el principio y, además de ser innecesaria, es también perjudicial física y emocionalmente para el pequeño.
Los bebés desconocen la diferencia entre el día y la noche y, por lo tanto, es imposible pretender que siga las pautas de sueño de los adultos. Es aconsejable que se acostumbren a dormir sin luz desde los primeros días y, sobre todo, por la noche. Con la oscuridad, el organismo segrega melatonina, hormona que ayuda a regular el ritmo de vigilia y sueño. Esta hormona es necesaria para que el bebé consiga un sueño reparador. Cuanto mayor es la luminosidad del cuarto, menor es la producción de melatonina y mayor la posibilidad de que el pequeño sufra alteraciones del sueño.
Por otro lado, un estudio realizado en la Universidad de Pensilvania y en el Hospital Infantil de Filadelfia con un grupo de 480 niños ofrece resultados contundentes que asocian el hábito de dormir con luz los dos primeros años de vida con problemas visuales como la miopía.
Si bien es cierto que el origen de la miopía es principalmente genético, los expertos consideran que la luz puede ser un factor potencial. Los ojos tienen su mayor desarrollo durante los tres primeros años de vida. Si durante este periodo están expuestos a un grado alto de luminosidad, de forma continuada, puede afectarles en el crecimiento excesivo de la cavidad vítrea, provocando que las imágenes se formen delante de la retina. En muchos casos, este problema de refracción no se detecta hasta los 12 o 14 años, porque el ojo no alcanza su tamaño adulto hasta esta edad.
Además, la dependencia de luz al dormir, como cualquier otra dependencia, impide la correcta evolución del niño en aspectos emocionales como pueden ser la autonomía, la autoestima y la seguridad en sí mismo.
Por todo ello, es importante que los padres acostumbren a los niños a dormir de manera adecuada. Aquí dejamos una serie de recomendaciones:
- Acostumbrar al bebé a dormir a oscuras y en silencio por la noche.
- Durante el día, puede dormir con algo de luz natural y con los sonidos habituales de la casa. De este modo, irá aprendiendo a distinguir el sueño nocturno del diurno ya que su sistema nervioso percibirá la diferencia entre el día y la noche.
- Si el niño ya está acostumbrado a dormir con luz, hay que reeducar sus hábitos de sueño durante la noche, excepto en casos de niños con miedos patológicos a diversas situaciones o circunstancias. El padre y la madre deben ponerse de acuerdo en la estrategia a seguir y, por supuesto, ser firmes al llevarla a la práctica.
- En el caso de que la luz con la que duerme sea fuerte, se puede ir disminuyendo la intensidad poco a poco hasta dejar un piloto pequeño que apenas ilumine.
- Pueden acompañarle durante un rato hasta que se tranquilice, si es necesario, e ir separándose progresivamente de su lado o dejar la luz de un cuarto cercano encendida.
- Es muy importante alabar y reforzar los pequeños avances.
- Hay que ser comprensivos. En las primeras ocasiones, quedarse dormido sin luz puede producir al niño algo de ansiedad. El cariño y la paciencia de los padres le pueden ayudar a recuperar la seguridad. El esfuerzo de unos días merece la pena por alcanzar una mayor independencia y garantizar la salud del pequeño.